Licenciado en Bellas Artes por la Universidad de Salamanca en 2008, me traslado a Valencia donde realizaré mis primeros trabajos de ilustración editorial de la mano de MacDiego y me titularé en edición y postproducción de vídeo y en desarrollo y diseño web. Fruto de estos estudios comienzo a trabajar en Madrid como maquetador web y frontend en la productora digital The Fact, que no tarda en destinarme al departamento creativo como director de arte junior. En 2013 me incorporo a la agencia madrileña Fullsix Group, equipo en el que me encargo de las cuentas de importantes clientes nacionales e internacionales como Mondelez (anteriormente grupo Kraft), Central Lechera Asturiana o Grupo Eroski. Abandono la agencia voluntariamente a mediados de 2014, volviendo a trabajar para ellos como autónomo desde mi residencia en San Cristóbal de la Laguna, Tenerife. Durante la estancia en las islas mi dedicación al dibujo y a mis cuadernos, que nunca se detuvo desde que surgiera allá por 2007, se intensifica de forma notable. En 2015, perdido el interés en el sector de la publicidad, decido dejarlo definitivamente.
Inmerso en diferentes proyectos artísticos y editoriales, y tras una estancia en Uruguay, vuelvo a Madrid para realizar un máster oficial en Filosofía de la Historia en la UAM que me permite profundizar en mi interés, hasta entonces autodidacta, en ámbitos del conocimiento estrictamente teóricos. De vuelta en mi ciudad natal, Salamanca, experimento disciplinas artesanas como la vidriera y la restauración de antigüedades, llegando a trabajar de aprendiz en esto último por un tiempo. Durante cuatro años ejerzo de encargado en la tienda física de Artemiranda, empresa de productos de bellas artes de prestigio internacional donde amplío mis conocimientos en gran cantidad de materiales.
Recientemente he sido profesor asociado de dibujo en la Facultad de Bellas Artes de la USAL. Hoy compagino mi trabajo de coordinación en la Fundación Venancio Blanco en Salamanca con un doctorado en Estética y Teoría de las Artes. En paralelo a mi investigación teórica, continúo explorando las posibilidades formales y expresivas del dibujo.
El puente salva el precipicio sin ocultarlo, se erige como una resistencia racional contra el precipicio y la distancia denunciando, a su vez, el optimismo sin fronteras. No existe el sueño de la construcción del puente sin el sueño de las manos del obrero.
«Yo era rígido y frío, yo era un puente tendido sobre un abismo, a este lado estaban clavadas las puntas de mis pies y al otro las manos, me aferraba con los dientes a la arcilla quebradiza.»1
Así ofrezco este sitio, como una espalda cargada de esperanza y hartazgo, como una forma imprecisa de amor y rabia. Bienvenido el transeúnte despierto, al que acaso pueda acompañar en el cruce del puente, sin ánimo de engaño ni fingida neutralidad, con un puñado de preguntas sustanciales y algún que otro germen de respuesta.
1. Franz Kafka, en «El puente», en La muralla china, Trad.: Adan Kovacsics, ed. Alianza Editorial, 2015, p. 114.
Si tienes interés en contactar conmigo, puedes hacerlo en santamariava@gmail.com.